Volver a la raíz. «Un árbol sin su raíz no es nada, una brisa se lo lleva. Ahora tú y yo estamos aquí, pero antes éramos un átomo. De alguna forma somos algo más profundo que lo que aparentamos ser, aunque no lo queramos ver, y nuestros actos se quedan en un nivel muy superficial de responsabilidad».
Íñigo Crespo recurre a una de sus definiciones preferidas de permacultura para hacer entender: asumir la responsabilidad de satisfacer nuestras necesidades y las de las generaciones futuras. Así lo describió Bill Mollison, uno de sus fundadores. Íñigo forma parte de la asociación riojana Cultura Permanente, que estudia la creación de hábitats humanos sostenibles siguiendo los patrones de la naturaleza.
«El futuro es transformación continua, eso no es lo que me preocupa, es desde la dignidad humana del presente desde donde nos toca actuar». Así defiende la necesidad de «transformar la sociedad en humanidad», en palabras de Vicente Ferrer.
Unos astronautas rusos hicieron pruebas para vivir fuera de la atmósfera terrestre, en estaciones espaciales, cuenta Íñigo. «Ellos constataron que la manera de no volverse locos en el espacio, la manera de vivir, de mantener la cordura, de no perder la razón, era tocar plantas. Les pusieron un pequeño huerto, y obligatoriamente tenían que estar allí unos minutos al día. Se pasaban horas». Desvincularse de la tierra es como desvincularse del oxígeno, explica Íñigo; «somos hijos de la tierra, y de eso no cabe ninguna duda».
Preocupación constante
¿Qué hacer hoy? «Todo lo que yo hago es incoherente con lo que yo pienso», reconoce. Hacer propuestas que sean factibles dentro de esta sociedad es la posibilidad que queda. Para la Asociación Cultura Permanente se traduce en talleres de huerto biológico, bioconstrucción y artesanías; promoción de huertos sociales ecológicos y espacio permacultural urbano (EPU); crianza empática, educación respetuosa y sensibilización social; fomento del ecovecinaje y del eco-living; o decrecimiento sostenible: hacia una vida sencilla.
Hemos perdido en veinte años el 80% de leguminosas y el 36% de frutales, lamenta Íñigo. Esta preocupación la comparte con muchos agricultores riojanos que comienzan a dar un giro hacia los cultivos ecológicos. «No nos damos cuenta de que es urgente, ni de hasta qué punto estamos ya demasiado tarde».
Masanobu Fukuoka, agricultor japonés, cuestionó los métodos tradicionales de agricultura y los abandonó para volver a la raíz. Comenzó de cero; respetar los ciclos, tratar las plantas con otras herramientas vegetales..., marcando los primeros pasos del camino de la agricultura ecológica. Su libro, 'La revolución de una brizna de paja', es la Biblia de la agricultura ecológica.
«El problema que existe en muchas zonas de La Rioja, es que no hay un relevo generacional; hay muchas fincas abandonadas», reflexiona Jorge López-Davalillo, técnico agricultor ecológico de El Colletero. Desarrolla junto a otros compañeros un proyecto de agricultura ecológica para fomentar un consumo responsable y procurar una propagación vegetal a través de semillas y esquejes autóctonos intercambiándolos con otros agricultores.
«Los jubilados que han abandonado por edad la finca son más sentimentales, y les da pena verla baldía, son más receptivos». A cambio de la cesión del terreno les ofrecen algunos productos que cultivan, indica Jorge. «La agricultura está muy desprestigiada, se tiene como sinónimo de subsistencia. Ahora la agricultura implica un contacto con la naturaleza, volver a ella. La vida en el campo ha sido una vida dura, pero de esta forma se tiene con otra serie de principios, de consumir sin perjuicio... Se ha convertido en un estilo de vida».
«La agricultura ecológica es por donde hay que ir, es el futuro y las cosas tienen que seguir ese camino», concluye Jorge.
«Ver crecer un tomate»
Ese camino en La Rioja consiste en tomar contacto con la tierra. La propuesta de la Asociación Cultura Permanente: los huertos sociales. Parte de la intervención permacultural en la ciudad pasa por la habilitación de espacios abiertos donde los ciudadanos que lo deseen puedan disponer de parcelas de terreno en las que cultivar sus propios alimentos de una forma ecológica, y así se lo propusieron al Consistorio.
Tras varios intentos, la concejala de Medio Ambiente, Concha Arribas, se ha comprometido a la creación de huertos sociales en el entorno de Logroño que comenzarían a habilitarse a partir de septiembre y podrían estar disponibles en febrero. El espacio que se baraja desde la concejalía estaría situado en la Carretera del Cortijo, en una finca de alrededor de 4.000 metros cuadrados, con lo que quedarían satisfechas entre 50 y 100 familias.
El Ayuntamiento se encargaría de las acometidas de luz y agua, así como del vallado de la zona y la división de las parcelas. Las condiciones: cultivar la tierra sin productos fitosanitarios y la participación de dos generaciones en el cultivo con el fin de crear un ámbito de aprendizaje, «con el placer que eso supone», recalca Arribas.
Ni abonos ni maquinaria, los ciudadanos obtendrían los productos de la huerta riojana de forma respetuosa con la naturaleza y «siempre para consumo propio». Las parcelas se concederían por una serie de años con una cuota de mantenimiento todavía no establecida. «La idea que propuso la asociación comprendía un proyecto más ambicioso, con un espacio abierto con animales», explica la concejala, aunque reconoce que por el momento no se puede resolver esa solicitud.
Jubilados, jóvenes, niños y adultos compartirían este espacio para «dar sentido a la tierra».
La concejala aspira también a reservar una parte de la finca para huertos escolares. «Cuando estaba en el centro Tomás Mingot hicimos un invernadero para después crear un huerto escolar. Teníamos plantas aromáticas, pero requiere muchos cuidados, y un colegio permanece cerrado todo el verano», recuerda Arribas.
En la actualidad, el colegio San Francisco, en Madre de Dios, es el único de Logroño que dispone de un huerto y una pequeña granja. Otras ciudades, sin embargo, poseen una normativa que contempla la instalación de ambos en los colegios, como sucede en Canarias, menciona Crespo.
Con los huertos escolares en el Cortijo se daría un primer paso hacia el objetivo de «añadir esta experiencia en el currículo de los escolares», aclara Arribas, quien plantea el aprendizaje como una inmersión en los vegetales y frutales de la tierra riojana.
Fuente: Elcorreo.com
Fuente: Elcorreo.com
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